Iandê Oca tiene un ojo puesto en Brasil, como no podía ser de otra forma. Es fustrante ver lo que hacen nuestros mandatarios para arreglar el desaguisado que ellos mismos, con ayuda de los bancos y los mercados, provocaron ya hace más de cuatro años, y para muestra el último evento internacional que ha tenido lugar en Río esta semana.
La Conferencia de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, conocida
como Río 2012 o Río+20 ha ocupado muchas páginas de
periódicos y minutos de informativos durante la última semana. Se trata de un
encuentro internacional organizado por el Departamento
de Economía y Asuntos Sociales de la ONU que concluirá hoy en Río de
Janeiro, Brasil,
coincidiendo con el 20º aniversario de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro
de 1992.
Más de 80.000 personas se manifestaron ayer en los alrededores de la cumbre,
convocados por el Grupo de Articulação da Cúpula dos Povos para protestar por
lo que consideran una escenificación hipócrita e inútil de la comunidad
internacional con el Medio Ambiente.
Los manifestantes criticaron las políticas de los países representados y
acusaron a sus gobernantes de promover medidas contaminantes que expolian los
recursos naturales de los pueblos, la destrucción de la vida y la defensa de
las grandes multinacionales capitalistas. Entre otras cosas, este gesto de
protesta trató de llamar la atención sobre el momento que la población mundial
está viviendo por culpa de la crisis, donde se están dejando a un lado las
políticas medioambientales y de cooperación para seguir favoreciendo la
concentración de capital en manos de las grandes fortunas internacionales.
Por su parte,
la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en calidad de presidenta de la
Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, defendió el principio
de responsabilidades compartidas para un desarrollo sostenible, en relación a
las diferencias provocadas por el deterioro medioambiental que pesa sobre el
mundo industrializado. Según Rousseff, para afrontar el cambio climática es
necesario promover acciones que conjuguen el progreso económico con la
protección del medio. "El
traslado de las industrias contaminantes del norte hacia el sur del planeta
provoca un fuerte pasivo socioambiental a los países en desarrollo",
enfatizó ante sus pares y representantes de los 193 países miembros de la
organización de las Naciones Unidas (ONU).
La presidenta de Brasil admitió que la
crisis global se está interponiendo en los compromisos que debían adoptar los
países ricos con los pobres: " En estos momentos el mundo afronta los efectos más graves de la crisis
económico-financiera. Las mayores economías están estancadas o entraron en
recesión, lo cual llevó a disponer severos recortes fiscales, que dejan en
situación muy frágil a los acuerdos de cooperación internacional", indicó.
Aseguró que el costo de la falta de acción será mayor que cualquier acuerdo de
cooperación que podamos resolver en esta cumbre.
Lo cierto es
que, una vez más, esta cumbre, cara y mediática, sólo ha servido para redactar
un único documento que no prevé sanciones para los contaminadores que no
cumplan los objetivos. Una oportunidad perdida para imponer una normativa
férrea que obligue a los países a imponer un límite de contaminación en sus
fronteras y de exigir responsabilidad social de los países del norte con la
población del sur, tan víctima como los europeos de los efectos de esta injusta
crisis.
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